KEYNOTE PRESENTATION
Neil Brenner
Neil Brenner, Professor of Urban Theory at the Harvard Graduate School of Design, asks: Can place can be a productive basing point for a politics of social justice in the world today?
Neil Brenner lives and works in Boston, Massachusetts
Summario en Español
Summario en Español
Yo no soy artista, soy catedrático en Harvard, y estoy muy contento de estar aquí.
La pregunta que quiero hacer es: ¿puede el lugar ser un punto básico de producción? Quiero empezar situando mi análisis en relación a la crisis financiera global. Vivimos en un tiempo de crisis global económica.
—–
La crisis del 2008 es una más de las que han aparecido en el mundo desde hace un tiempo. Se han creado nuevas formas de polarización, precariedad y sufrimiento social, no como dimensión individual. La respuesta dominante ante esto ha sido la austeridad y el fundamentalismo de mercado.
El castigo de la austeridad se resume en la frase “los pobres pagan los errores de los ricos”.
—-
La austeridad es un acercamiento no político a la economía, intenta convencernos de que no hay alternativa. Hay formas de placemaking que emergen en estas condiciones.
—-
Las cuatro palabras clave son: privatización, gentrificación, exclusión y polarización.
—-
La institución es el lugar de movilización para ayudar a aumentar la exclusión y la polarización. La problemática para los que estamos en la izquierda es importante, dado que las nociones de crecimiento, desarrollo, regeneración, los discursos que usan estas nociones esconden las consecuencias políticas que tienen. La creatividad es el nuevo concepto que está siendo movilizado en relación a la producción cultural: se ha empezado a hablar de economía creativa.
—
La producción cultural está encerrada entre dos nociones contradictorias: el empoderamiento y la inclusión por un lado y la economía creativa por el otro lado. La tensión entre las dos primeras y la última hace surgir la idea de una economía radical. Cuando ocupamos un lugar, tenemos la oportunidad de experimentar y de intentar llevar a cabo ideas radicales. Al mismo tiempo, el lugar se convierte en una trampa.
—
La cuestión es si el placemaking es un arma para la justicia social o es una trampa. Para mí, es ambas cosas. Quiero remarcar que el placemaking está encapsulado entre estas dos opciones.
—-
Sabemos que el lugar está instrumentalizado por el capital para proveer beneficio. Pero el capital no es sólo flujo, también hay momentos de fijeza: para conseguir beneficios también hace falta fijarse en un punto específico, no fluir continuamente.
—
La tensión entre la fijeza y el flujo del capital está en el corazón de la estructura de la ciudad capitalista. Al mismo tiempo se sabe que los lugares no son sólo lugares del capital. Son lugares en los que las personas articulan visiones opuestas a la idea de usar un lugar para maximizar beneficios.
—-
Ya en los años 30 Henri Lefebvre indicó que la idea principal es democratizar lugares. Es una democratización que tiene dos aspectos: por un lado tiene que ver con el acceso al lugar, a la ciudad; pero, más radical que eso, Lefebvre indica que debemos democratizar el poder para crear lugares. Haciendo eso, abrimos la posibilidad de producir un mundo radicalmente distinto.
—–
Ésas son las ideas fundamentales: el lugar y el poder de producir lugares. Esta lucha por el derecho a la ciudad lleva ya tiempo teniendo lugar, y Lefebvre lo vio en el mayo del 68, intentó entender lo que estaba sucediendo también en las huelgas de mineros que ocuparon minas enteras en los 70.
—-
Lo podemos ver también en las protestas de Seattle de 1999, en los inicios del movimiento antiglobalización.
Finalmente llegamos al 15M y Occupy Wall Street, que están en esa misma lucha: democratizar ciudades y crear lugares. Ahora también lo vemos en lugares como Estambul o Brasil.
—-
Ahora quiero sugerir que hay cuatro problemas con este acercamiento a la justicia social basado en el placemaking. El primero es el riesgo de que el lugar se convierta en un enclave: el ejemplo clásico es el movimiento okupa. En la medida en que el proyecto está anclado en un edificio puede convertirse en una isla mientras la especulación continúa alrededor.
Un ejemplo claro es un edificio en Alemania, justo después del 1989, que artistas y activistas ocuparon entero pero vieron cómo el flujo del capital siguió su curso alrededor sin ningún problema. Al final, tuvieron que irse porque el espacio ya no era adecuado para sus intenciones ni necesidades.
—
También está el peligro de que los lugares que amenazan el desarrollo del capital sean destruidos.
Hay un legado amplio: la comuna de París, por ejemplo; o Seattle en 1999, donde el Estado movilizó las fuerzas de represión.
—
Hay lugares en que el lugar “co-opta” el capitalismo, como en Whole Food o Farmer’s Market: se enfatiza lo local, el producto pequeño. Pero el placemaking en la ciudad se genera, como ha sucedido en la ONU, no desde abajo, sino de arriba hacia abajo. Se está intentando generar creatividad, apropiándose del lenguaje para usar “lo alternativo” desde arriba hacia abajo.
El cuarto problema es que los lugares vibrantemente capitalistas atraen la apropiación capitalista.
—-
Cuando los artistas se mueven a un barrio marginal y se crean energías en consecuencia, ese barrio, de repente, es más atractivo para los inversores: aquí vivieron artistas (“artists used to live here”). Una política radical del lugar debería evitar estas trampas, pero ¿cómo lo hace?
—-
La pregunta siempre es cómo apropiarnos del lugar para promover justicia social, pero ¿cómo hacerlo sin caer en estas cuatro trampas?
Una estrategia sería ser dialéctico, consciente de la tensión de la que hablaba antes: arma o trampa, que determina el lugar.
—-
Expandir nuestra imaginación espacial, intentar construir una imaginación radical más allá del lugar. Las fuerzas que trabajan en el mundo son a escala grande y pequeña, y siempre coexisten. No debemos quedarnos atrapados en la escala pequeña, sino intentar ir más allá.